Se piensa que una asamblea constituyente es el mesías que salvará al Perú. Este mantra es repetido desde hace años por la misma cofradía. Sin embargo, es importante reflexionar sobre su necesidad.
Por Guillermo Chang. 16 enero, 2023. Publicado en Semana, el 15 de enero de 2023.Además, antes de ello, debemos detectar cuál es el verdadero problema del Estado peruano. Si no lo hacemos, repetiremos – mutatis mutandis – lo ocurrido en la novela Il Gattopardo.
La prudencia exige recordar esa frase popular que siempre escuchamos en el transporte público: toda cosa apurada sale mal. Tenemos el ejemplo de países vecinos que han emprendido este camino y su situación no ha mejorado (incluso empeoró).
Vivimos en un estado esquizofrénico: una parte funciona bien y la otra, mal. En la primera parte, la institución pública ejemplar es el BCR. Se caracteriza por ser un organismo autónomo (de la política), profesional y meritocrático. En esa misma línea se encuentran las administraciones independientes como Indecopi, Osinergmin, Ositran, Sunass, entre otras.
El Indecopi es una institución que resalta porque el nombramiento de su presidente no ha causado estragos: sigue ausente de lo político, se respeta la ley y sus funcionarios son eficientes. Tienden a seguir ese camino el Poder Judicial y el Ministerio Público, por medio de la meritocracia establecida por la Junta Nacional de Justicia; y el Tribunal Constitucional, gracias al concurso de méritos establecido por el Congreso en la última elección. En estos últimos, se nota una tendencia al profesionalismo y la eficiencia.
Lo opuesto ocurre en otros organismos que dependen de políticos, ya sea por designación directa de estos o por elección popular. Aquí se incluyen los poderes Ejecutivo y Legislativo, los gobiernos regionales y locales (y sus dependencias), las universidades públicas e incluso comunidades indígenas. El sistema permite que verdaderos delincuentes puedan tomar el poder público y nombren a sus clientes y financistas en todas las instancias posibles con la finalidad de aprovecharse del Estado peruano. La cuestión es que se entiende mal la autonomía.
Meritocracia en el Estado
La diferencia entre ambas partes del Estado es la meritocracia. La elección popular no garantiza que lleguen los mejores a estas instituciones. Por ello, se necesita una reforma que permita que estos lleguen en una competencia lo más transparente posible. Así, la reforma debe ser doble: por un lado, mejorar la información que se brinda en la elección; y por otro, que haya funcionarios profesionales en la propia institución.
En lo primero, hay que hacer transparente la información en torno al candidato y sus propuestas. Las instituciones electorales deben publicar toda la información relevante del candidato, en especial los procesos judiciales y administrativos en curso y finalizados (incluyendo los absolutorios). Además, deben verificar que los planes versen sobre las específicas competencias de las instituciones a las cuales se postula, dentro del marco legal. La transparencia en esa información es importantísima para una buena elección.
También se necesita un elemento social: un sano espíritu crítico en la prensa y la sociedad civil al momento de establecer el debate, centrado en el análisis político y técnico de las políticas públicas que propone el candidato. En el caso de designación de funcionarios por políticos, también debe hacerse una fase de concurso meritocrático, como ha ocurrido en la última elección del Tribunal Constitucional.
Respecto de la institución, se necesita un servicio civil meritocrático, con una auctoritas que haga contrapeso a la omnipotente potestas de la autoridad elegida. Ello evita el populismo del elegido y que haya continuidad en la institución pública. Así, se debe detallar el perfil del cargo público y establecer concursos meritocráticos para la selección de personal. Además, se debe reducir los cargos de confianza y la precariedad de los puestos de trabajo en el Estado para que puedan llegar los mejores.
¿Unicameralidad o bicameralidad del Congreso?
Una cuestión importante es la organización del congreso. Se discute si lo mejor es la unicameralidad o bicameralidad. Hay razones para ambas opciones. Empero, pienso que ninguna funcionará si no se varía la representación del congresista.
La mayor parte de población se encuentra en las zonas urbanas (casi el 80%) en desmedro de las zonas rurales. Además, en la actualidad, Lima y el norte del Perú tienen la mayor cantidad de representantes, porque en esos lugares viven dos terceras partes del país. En ese sentido, los congresistas tienen un incentivo en atender a estos electores en perjuicio de los más pobres.
Lo ideal sería que la representación congresal abandone (o se matice) el criterio del domicilio y se centre con el lugar de nacimiento. Ello descentralizaría la representación del congreso permitiendo que provincianos que han migrado a la capital o a otras provincias voten por los representantes de sus circunscripciones de origen.
Se aprecia el problema y una posible solución. Para implementar estas medidas, no es necesario hacer una asamblea constituyente o una reforma constitucional. Basta con leyes orgánicas para su implementación. En caso contrario, caeremos en la descripción de Lampedusa, el autor de Il Gattopardo: hay que cambiarlo todo para que todo siga igual.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.